KEPA ARBIZU
Will Oldham es un caso muy peculiar en el mundo de la música. Y es que el ritmo que imprime a su carrera es difícilmente seguible, su hiperactividad lo impide. Para todo ello se ha servido de innumerables nombres con los que darla forma, ya sea el suyo propio, Bonnie “Prince” Billy o todos los derivados de Palace Brothers.
Por si eso fuera poco, dejando al margen su faceta también de actor, nunca ha dudado en embarcarse en otro tipo de proyectos. Valga como el ejemplo uno de los más recientes, aliado con David Byrne y bajo el rotundo nombre de Pieces of Shit, han colaborado en la banda sonora de la película “This Must Be the Place”.
Ahora, y al mismo tiempo que se presenta un libro sobre su obra y vida además de la reedición de varios de sus trabajos, nos presenta un EP, bajo el nombre de “Now Here’s my Plan”, de 6 canciones propias revisitadas para la ocasión y bajo la producción de Steve Albini. La elección de los temas es bastante sorprendente, sin caer en lugares comunes, más bien lo contrario, y abarcando toda su carrera. A la hora de valorar el disco, aunque tenga enjundia por sí mismo, es inevitable fijarse en las composiciones originales y observar de qué manera “juega” con ellas.
Como norma general se puede decir que ha tendido a instrumentar más las canciones y a dotarlas de más fuerza, aunque en pocas ocasiones hace una ruptura más o menos total respecto a su forma original. “I Don’t Belong to Anyone” por ejemplo mantiene ese tono country evocador, aunque le imprime más intensidad y un sonido más rockero. “Beast for Thee” conserva el tono folk sobrio y profundo aunque con algo más de instrumentación. “Three Questions” sin embargo si sufre una mayor mutación. Además de que se hace acompañar por Angel Olsen (las voces femeninas tienen un papel importante a lo largo de todo el disco) cambia el ritmo de un tema en el que destaca la utilización del sonido de acordeón de fondo.
Tanto en “No Gold Digger” como en “After I Made Love To You” llama la atención el salto en potencia que sufren, principalmente por medio de un juego de guitarras eléctricas preciso y por la aparición de un deje “soul” que consigue una mayor épica. Para el final dejo “I See a Darkness”, uno de sus temas más conocidos y espectaculares, con el que el músico decide dar el cambio más radical. Toda una declaración de intenciones de su forma nada acomodaticia de entender su carrera. Para esta ocasión, su anterior tono trágico, se convierte en uno más asequible y rítmico.
Por la propia esencia de este disco no puede ser considerado uno de los esenciales de la discografía del norteamericano, algo que no quiere decir que no sea disfrutable al máximo, pero sí que es un buen ejemplo de su espíritu inquieto (y su propuesta de que sus seguidores deben serlo también) y de su desbordante calidad que le posicionan como una de las voces más personales e intersantes de los últimos años.