4 nov 2012

“La Nave de los Locos”, Loquillo. Rock and roll de la calle



KEPA ARBIZU

Loquillo (José María Sanz) es uno de esos personajes con los que el mundo del rock and roll siempre ha contado, venerado por muchos, criticado por otros y difícil que deje indiferente al resto. Al margen de la opinión personal que cada uno tenga sobre él, y que no debería interferir a la hora de considerar su trabajo, hay cosas que son irrebatibles, como son la importancia capital que tienen dentro del rock cantado en castellano sus discos durante la década de los 80 y la pasión por la música que siempre ha demostrado y demuestra. 

Precisamente en su época más destacada contaba en su banda (Trogloditas) con el guitarrista y, sobre todo, compositor Sabino Méndez, el que tras abandonar el proyecto se fue acercando paulatinamente al mundo de la literatura y sus aledaños. Una relación entre ambos que parecía finiquitada para los restos pero que ha revivido en los últimos tiempos y ha dado como fruto esta nueva colaboración en forma de un vibrante disco, como es este “La Nave de los Locos”. 

“Balmoral”, su anterior trabajo (en medio de ambos está “Su Nombre Era el de Todas las Mujeres” construido a base de musicar poemas), ya había dado muestras de situarse en un tipo de rock adulto y sólido. Si aquel era más heterodoxo en su forma, el nuevo opta por el camino más guitarrero y de una contundencia, en sus diferentes versiones, evidente. Algo a lo que ayuda su banda habitual, en la que sobresale la labor de Jaime Stinus (también productor) o Igor Pascual, que con la mirada puesta en el clasicismo suenan afilados, punzantes y con una elasticidad envidiable. 

Las composiciones que forman el disco están centradas en las realizadas por Sabino Méndez a lo largo de estos últimos 25 años, lo que quiere decir que nos encontramos viejas canciones ahora remodeladas, algunas olvidadas y ahora recuperadas o inéditas. Todas ellas sin embargo, a pesar de su origen diferenciado, forman un conglomerado homogéneo en cuanto a su “discurso”, encaminado a mostrar la realidad de lo que se vive en la calle. Así lo atestigua el majestuoso primer tema del disco, “La Nave de los Locos (Sin Novedad en el Paraíso)”, en el que con un potente rock americano con aroma a clásicos (Tom Petty, John Hiatt o Bruce Springsteen) hace un muestrario de toda esa gente anónima que tiene que lidiar con sus penas (“sabemos que hay de todo / pero que muy pocos de los sueños febriles son para nosotros”). Con un tono algo más lánguido y reflexivo, pero bajo las mismas coordenadas, aparece también “De Vez en Cuando y Para Siempre”. 

“Muñecas Rusas” recupera ese lado más descarado y “juvenil” en el que sobresalió con los discos de los años 80 y reivindicando los sitios en los que fija la mirada con su música (“Id de mi parte a los barrios viejos / donde se encuentran la chicas calientes / el whiskey frío y los hombres ardiendo”). “El Mundo Necesita Hombres Objeto” muestra su perfil más contundente en lo musical con riffs duros y al ritmo de hard-rock. En el lado opuesto se encuentran composiciones con un tono musical optimista como se desprende de“Contento”, una visión de la lucha cotidiana, con unas guitarras bailarinas o de “Canción de Despedida” (en la que interviene Mikel Erentxun), que a pesar de su título y la evidente nostalgia que desprende, se nutre de contagiosos melodías al estilo del primer Nick Lowe. 

Pero el disco sabe jugar muy bien con los cambios en el estado de ánimo, y apoyado por su voz, que siempre peculiar sabe manejar muy bien hasta convertirla en un instrumento más, la lleva a registros más susurrantes e íntimos como en “Paseo Solo” o en “Mi Bella Ayudante en Mallas”, que saca su lado más erótico a lo que ayuda un acompañamiento entre el jazz y el blues más evocador. “Luna sobre Montjuic” cierra este trío de canciones de manera magistral y dando forma a un medio tiempo romántico, repleto de instrumentación, pero con un indudable pegada. 

“La Nave de los Locos” es un disco sobresaliente, que no debe extrañar a nadie si se le considera desde ya como un de las obras decisivas de Loquillo. En él ha conseguido mezclar a la perfección la madurez que su música había logrado en “Balmoral", pero añadiendo además el desparpajo y la contundencia de un rock and roll que además se sustenta sobre las letras de Sabino Méndez, que reafirma su talento en estas lides, un poético reflejo de los sentimientos y desgracias que pueblan cada esquina de las ciudades.

Escrito originalmente para:  http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article43673