7 ene 2013

PVP, punk entre rímel y purpurina


KEPA ARBIZU

Los años ochenta, en lo musical, estuvieron monopolizados en el territorio español por la famosa “movida madrileña”. Un movimiento que al margen de su espontaneidad y descaro no estuvo exento de altísimos niveles de vacuidad y de exaltación de la imagen. Un ambiente en el que muchos grupos, como fue el caso de PVP, nunca encajaron y por lo tanto han quedado excluidos de la “historia oficial” de esa época. 

Estamos ante una banda, para más inri madrileña, integrada por las llamadas “cuatro jotas” (Juan José Valmorisco Martín, Jesús Amodia Diez, José Gabriel Hernán Martín y Jorge García Ramiro) y que abanderó siempre un punk comprometido y realizado con gran profesionalidad y dedicación. Características no demasiado en boga por aquel entonces y que supusieron a la postre su marginación del éxito. 

Recientemente, y por medio de la discográfica Munster, se ha reeditado su primer trabajo, “Miedo”. Un álbum producido por Raúl Marcos y pese a no adquirir en su momento gran reconocimiento hoy en día puede ser escuchado como un compendio perfecto entre música y compromiso. Una definición que no hay que confundir en ningún momento con caer en el panfleto previsible ni en un rigor estilísticos demasiado severo. Algo que incrementa todavía el mérito de dicho trabajo. 

No puede haber un inicio más paradigmático para este álbum que las sirenas de guerra que introducen el primer corte (homónimo) y que rápidamente son interrumpidas por la entrada en escena de unos riffs de guitarra contundentes y sombríos, un tono que se expande por toda una canción que puede tildarse de visionaria al predecir el desmoronamiento social (“seguir a locos tiene que acabar / las estructuras se van a caer”). En ese mismo sentido (sonoro) se encuentran “Mentir”, que incrementa el tono siniestro, algo que sucede también con “Spy”, aunque ésta recupera una tensión guitarrera con la que consigue construir una perfecta ambientación musical para acompañar al discurso de esa sensación de eterna vigilancia que vive el ciudadano que transmite el tema. Algo que deja a las claras que las influencias del grupo venían tanto del punk de bandas como Dead Kennedys o The Germs como de la new wave más siniestra. 

Pero el disco se mueve con soltura por otras muchas tonalidades, nos vamos a encontrar por ejemplo con las melodías a base de power pop rabioso, como las de unos primeros Seguridad Social, que se observan en “Ah, Ah, Ah” y su visión particular del “No future”. En “El Coche de la Plas”, probablemente su mayor éxito comercial, se observan ritmos sincopados con olor a ska, con reminiscencias a The Specials. Por medio de “A Casa en Coche” realizarán un acercamiento a lo que se pude entender por rock urbano. 

De regreso al punk, es el estilo y la actitud que domina el disco, las guitarras se asocian con otros estilos en “Tacón y Cuero” dando una mezcla que podría encajar en el “Sandinista” de The Clash (no obstante, no sin cierto simplismo, se les comparó siempre con el grupo de Joe Strummer). En otro sentido, “No Puedes, No Quieres” o “Descontrol” optan por mostrar el género de una forma acelerada y contagiosa, y con gusto por la melodía coreable, que les acerca a lo que se realizaba dentro del denominado Rock Radical Vasco. 

“Miedo” es un disco, como le pasó a otros muchos, que en su época no fue, o quiso ser, entendido. Contenía además de un discurso social inapelable, por clarividente y profundo, un ejercicio de punk interpretado con mucho estilo y sin caer en ningún momento en clichés repetitivos. Una obra que el paso del tiempo ha demostrado cuál es su verdadero sitio (tanto él como el grupo que lo realizó) y que ahora surge la posibilidad de descubrirlo, si no se hizo antes, y tenerlo en cuenta como se merece. 

Escrito originalmente para: http://tamtampress.es/2012/12/26/pvp-punk-entre-rimel-y-purpurina/