27 mar 2011

"Dancing backward in high heels", New York Dolls


KEPA ARBIZU



“Dancing Backward in High Heels “ es el título del nuevo disco de los New York Dolls. Banda mítica que se volvió a reunir hace unos años y como sucede en muchos de estos casos la incógnita de qué podía deparar esa unificación se apoderó de todos, sobre todo teniendo en cuenta que su miembro más carismático, Johnny Thunders, ya no está entre nosotros.

Mientras que el primer disco de esta nueva etapa “One Day It Will Please Us to Remember Even This” fue un encomiable intento de reeditar su fuerza y desparpajo, el siguiente, “Cause I Sez So”, se convirtió en un intento fallido repleto de altibajos . Caso aparte es su nuevo trabajo, vapuleado por muchos y despreciado por la mayoría.

Antes de acercarse a este “Dancing Backward in High Heels” sería conveniente borrar de nuestra memoria el sonido original de New York Dolls y hacer un esfuerzo por disimular estar delante de canciones de un nuevo grupo, sólo así creo se puede disfrutar de un álbum que deja atrás las guitarras eléctricas en pro de un sonido mucho más instrumentado y donde el rock and roll callejero de antaño se transforma ahora en un sonido más relajado. Todo ello marcado por su nuevo productor, Jason Hill, miembro de la banda Louis XIV.

Las melodías pop, muchas veces con un aire psicodélico e interpretada con fuerza como el caso de “Fool for you baby (Dom Dom Dippy)” o con un tono más amable y una ambientación “mediterránea” como “Streetcake”, se imponen. El choque entre esos ritmos y la voz cascada de David Johansen dan un resultado de lo más curioso, así “End of the summer” se mezclan melodías lúcidas con un tono decadente. “You don’t have to cry” es una magnífica pieza de pop clásico y delicado al estilo de Burt Bucharach.

“Talk to my baby” o “I sold my Herat to the junkman ” traen a la memoria ese sonido típicamente de los sesenta interpretado por grupos de mujeres. La influencia de la música negra se dejará ver en “I’m so fabulous” con tintes de rock y de blues, o en “Round and roun she goes”, cercano al rythm and blues. Extrañas, pero con su gracia, están “Baby, tell me what I’m on” , a go parecido a un reggae o el ritmo bailable de “Funky but chic”.

El disco sólo se podrá disfrutar si uno se abstrae de por quien viene firmado y se deja llevar por un puñado de canciones, algunas realmente buenas, que en general logran un ambiente interesante.