16 jun 2011

“England Keep My Bones”, Frank Turner. El punto medio entre el folk protesta y el punk


KEPA ARBIZU


Son muchos los casos en que algún integrante de un grupo de punk o de cualquier otro estilo contundente, decide en un momento dado abandonarlo y centrarse en una carrera en solitario bajo unas coordenadas diferentes. Ejemplos se podrían dar muchos y de latitudes y connotaciones muy diversas, desde el más cercano Josele Santiago, líder de Los Enemigos, hasta Jesse Malin, proveniente de D-Generation. Todos guardan en común una necesidad de madurar, evolucionar o simplemente abordar lo musical desde un punto de vista más personal.

Frank Turner decidió abandonar su grupo de post hardcore Million Dead para construir una nueva carrera por su cuenta y en la que dio rienda suelta a las influencias más clásicas del rock. La publicación de su cuarto álbum es una señal inequívoca de que estamos ante un proyecto con vocación de permanencia y no un simple cambio de aires pasajero.

La publicación de este nuevo álbum, “England keep my bones”, ha estado precedido por el Ep”Rock and roll” donde ya se adelantaba alguno de los temas que aparecen en el formato largo. El músico británico ha creado una nueva pieza de su peculiar mezcla entre el acercamiento al sonido folk tradicional, de esencia acústica, con una actitud punk rebosante de fuerza y tendente a los estribillos pegadizos. Resultados que le han emparentado, de manera algo fácil pero con grandes dosis de veracidad, a Billy Bragg e incluso a Joe Strummer.

Si en “Poetry of deed” se notaba una ligera tendencia a sonidos más contundentes, al contrario de lo que sucedía en el más sosegado “Love Ire & Song”, en esta ocasión combinará ambas sensibilidades. Todo ello bajo la producción del joven Tristan Ivemy y publicado por Epitaph, antaño sello indiscutible y referencia del punk, hoy en la actualidad abierto a un abanico más amplio y siempre arriesgado.

“England keep my bones” delata desde su título, de reminiscencias shakesperianas (de hecho la expresión está extraída de la obra “El Rey Juan”), que tiene mucho de homenaje sincero a Inglaterra, representada como su hogar, y donde los continuos nombramientos a lugares, personajes y a experiencias con el ambiente inglés como paisaje serán continuos. A lo largo del disco perfectamente se podrían establecer dos bloques de canciones diferenciadas. Por un lado aquellas que persiguen un ritmo más acelerado y estribillos con fuerza y de rápida asimilación por parte del oyente mientras que en otro extremo aparecen aquellas composiciones más reposadas, casi siempre con el folk como epicentro y más reflexivas en cuanto a la forma se refiere.

“Eulogy”, encargada de abrir el álbum, resume de forma concentrada, poco más de minuto y medio de duración, la esencia del disco y por extensión de su creador. Así se mezclan ingredientes musicales, un tono clásico pero envuelto en un entorno punk, y buena parte de la “ideología” que en muchos momentos desprende el disco y contenida a la perfección en la frase “But on the day I die / I’ll say, at least I fucking tried”.

“Peggy sang the blues”, dedicada a la memoria de su abuela, y “I still believe”, homenaje al rock and roll y a su capacidad de movilizar a los jóvenes, son dos ritmos joviales y que demuestran dos cualidades de la música de Turner, una es la de conseguir sin aparente dificultad grandes melodías muy pegadizas y por otro lado los inexistentes reparos para adornar su música de la manera que crea conveniente, en ambas composiciones la sutil aportación del piano proporciona un aroma especial.

“One foot before the other” es una de las piezas del disco más curiosas y que a la postre consigue un resultado más satisfactorio. Bajo lo que parece en un primer momento que va a ser un folk rabioso, en breve se convierte en el tema más duro que hasta la fecha ha grabado en solitario y que más se acerca a lo realizado con su anterior grupo. Esa mezcla de sonoridades y sensaciones se vive en “I am disappeared”, en la que con un tono angustioso lo eléctrico y acústico se complementan a la perfección. “Wessex boy” se convierte en un emotivo homenaje a su barrio gracias en parte a la perfecta instrumentación. Con un título como “Glory hallelujah” era inevitable que el gospel apareciera en el tema al que también se suma un ritmo de rock and roll que hace que el resultado final recuerde a The Clash, en lo que es una reivindicación humana y nada religiosa (“There is no God / No heaven and no hell”).

La parte más relajada y clásica la pondrán composiciones como “English curse”, interpretada “a capella”, el folk clásico de la escuela de intérpretes como Tom Paxton que es “Rivers”, la intimidad y cierto aire bucólico que desprende “Night becomes days” a lo Nick Drake o la contundente “If ever I stray”, un “in crescendo” que se convierte en todo un himno.

Las canciones de Frank Turner, también las de este nuevo álbum, consiguen algo tan engañosamente sencillo como sonar directas, sinceras y construidas a base de melodías pegadizas y efectivas, ya sea desde la intimidad y el reposo como desde el ímpetu. Probablemente no pasará el inglés a la historia en ninguno de los estilos por los que se mueven sus temas pero su música transmite emotividad, energía y reflexión, algo que no es habitual encontrarlo tan bien compensado y que precisamente es convierte en su mejor virtud.

Escrito originalmente para:
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article26049