28 sept 2011

"Pull up some dust and sit down", Ry Cooder. Rock mestizo para una sociedad en crisis


KEPA ARBIZU


Cuando se trata de hablar de la carrera de Ry Cooder habitualmente sale a relucir su tarea de colaborador, de alta alcurnia eso sí, o de guitarrista como parte de otros proyectos. Entendible en cierta manera este status debido al apabullante currículum que en este apartado posee y que incluye episodios tan famosos como haber formado parte de discos míticos como el “Let it bleed” de los Rolling Stones, ser integrante de la banda que junto a John Hiatt creó “Bring the family” o ser el constructor de la banda sonora de “Paris, Texas”, película de Win Wenders.

Probablemente hoy en día la figura del músico angelino ya tenga un nombre más que consolidado y centrada en su carrera en solitario. A pesar de que sus primeros discos se nutrían de blues y de versionar a autores clásicos de la música americana, muy pronto se filtró entre su forma de hacer música un interés por las sonoridades latinas que no han dejado de presentarse en sus trabajos, valga como ejemplo su popular colaboración en Buenavista Social Club.

Su nuevo disco, “Pull Up Some Dust And Sit Down”, perfectamente se le podría denominar como el último de una tetralogía que el músico norteamericano empezó con “Chavez Ravine” y completó con “My name is Buddy” y “I, Flathead” y que al margen de centrarse en un escenario local, el de California, tenía como ambientación o como fondo, de una manera más o menos evidente, un componente social encargado de mostrar un mundo, con sus personajes y situaciones, alejados y enfrentado con la globalización uniformadora. Este nuevo álbum hace la función de englobar todas esas sensaciones y hacer un discurso político duro, recio y apuntando a una visión global de la sociedad, aunque centrada en su país Estados Unidos, donde sin ningún miramiento pone nombre a los culpables de la crisis.

Como en “capítulos” anteriores la música tradicional americana, ya sea blues, rock o country, se mezcla con los ritmos latinos consiguiendo una amalgama de sonoridades con un fondo de indudable calado, no exento de una irreverente ironía. El inicio con “No banker left behind”, de un sonido folkie y que en su máximo apogeo recuerda a The Pogues, deja claro su espíritu combativo al cargar contra los banqueros y los que les cedieron el poder, en algo que se convierte inevitablemente en un himno tanto por su mensaje como por su ritmo.

Los sonidos “negros” estarán presentes en “John Lee Hooker for President”, en la que demuestra su pericia con la guitarra homenajenado el estilo del bluesman incluyendo sus típicos golpeos rítmicos de pie en el suelo que aparecían en sus discos, con la que reivindica el poder de la música. Ritmos mucho más modernos como el hip-hop, blues o gospel se dan cita en “Lord tell me why”, una mezcla entre The Black Keys y Fun Lovin Criminals que demuestra la versatilidad del músico. Un minimalista y siniestro ritmo a medio camino entre el jazz y el blues dan forma a la sorprendente “Baby joined the army” en la que narra una triste historia con la guerra de fondo. El tono rugoso de voz y el sonido de blues arrastrado y crudo de “I want my crown” recordará a Captain Beefheart.

El lado más latino llegará en composiciones como “El corrido de Jesse James”, en la que ironiza sobre el mítico cuatrero y cómo palidecería su fama ante las correrías de los hombres con corbatas en la actualidad, todo bajo un tono melancólico y con cierto ritmo de vals habitual en este tipo de canciones. Más jovial se presentará “Christmas time this year” en la que reflexiona sobre las trágicas consecuencias de la política bélica de su país.

Mucho más descarado y alegre, en lo musical, se muestra en “Quick sand”, con un tono a lo new wave o la “juguetona” Humpty dumpty world”, en la que hace un listado de penurias del mundo actual a ritmo de ska . En el otro extremo está la templada y relajada “Dirty chateau” o “Hard feelings”, que pone punto y final al disco, y que casi a modo de recitado y en un contexto relajado, y de alguna forma redentor, sirve como tesis final del álbum.

“Pull Up Some Dust And Sit Down” tiene dos principales virtudes. La más obvia es que es un disco de diferentes texturas, ritmos y tonalidades que consigue un resultado excepcional en la que Cooder demuestra, una vez más, su capacidad para abarcar muy diferentes palos con gran calidad y dar forma a un disco sobresaliente. La otra es su capacidad para echar por tierra a todos aquellos que echan en falta en el rock actual (frase, con su dosis de razón, pero que también encubre en muchas ocasiones cierto desconocimiento) un compromiso por mostrar la realidad de una forma crítica. El norteamericano, a sus más de 60 años, hace su trabajo más político y que con un espíritu no exento de ironía arremete y reflexiona con una "banda sonora" magistral sobre muchos de los males que asolan el mundo en la actualidad.

Escrito originalmente para tercera Información:
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article28979