KEPA ARBIZU
Para las nuevas generaciones Ozzy Osbourne es ese tipo algo excéntrico y cabeza de una familia que muestra sus interioridades en “realitys” de televisión. Mucho más allá de todo eso, el inglés, fue la voz de Black Sabbath, un grupo que durante los setenta revolucionó y puso patas arriba el rock duro, dando vida a álbumes que cambiaron el género para siempre.
34 años después de que fuera expulsado del grupo, regresa junto a la formación original (a excepción del baterista Bill Ward sustituido por Brad Wilk, quien ha puesto sus baquetas al servicio de Rage Against the Machine o Audioslave) con un disco titulado “13”. Una efeméride que ya solamente por su peso histórico merece la atención debida pero que además en su interior, en lo estrictamente musical, también contiene suficientes cualidades para convertirlo en un trabajo destacable.
Bajo la producción de Rick Rubin, un experto en este tipo de lides (revitalizar carreras aparentemente ancladas), el disco toma una forma totalmente reconocible en el legado de Black Sabbath. La banda va a reproducir a la perfección ese sonido tan habitual de sus primeros discos (“Paranoid”, “Masters of Reality, etc...), y que sin rubor a sonar exagerado inventaron una forma de conectar el heavy con el hard rock.
Sobresale en el álbum por encima de todo el trabajo de la guitarra de Tony Iommi, tanto por su propio carácter como en comparación con la no demasiado potente voz del propio Ozzy, que a pesar de todo se camufla bien en la producción y sabe conectar con el ambiente lúgubre que adorna el trabajo. Los primeros riffs del disco, y que dan forma a “End of the Beginning”, así lo atestiguan, con esa forma misteriosa y contundente a la vez que imprime un carácter casi terrorífico a un tema que acaba por romper en un ritmo más trotón. Manteniendo esa misma atmósfera enigmática aparecen “God is Dead?” o “Age of Reason”, composiciones todos ellas que superan los siete minutos. “Zeitgeist” es un descanso en la descarga eléctrica para situarse en terrenos acústicos y psicodélicos y que su escucha nos pone inevitablemente delante de su éxito pasado “Planet Caravan”.
Decreciendo algo esa densidad sonora y optando por un sonido más directo y con mayor cadencia aparecen temas como la pegadiza “Loner”, construida a base de un repetitivo riff. “Live Forever” sigue en esa querencia por acelerar el ritmo y así lo hace a lomos de una trepidante sección rítmica. “Damaged Soul” nos va a ofrecer el evidente poso blues, con una ejecución enrevesada y donde la guitarra fluye con total libertad, que el grupo tiene en su interior. “Dear Father” hace de colofón a este disco recuperando ese sonido envolvente.
“13” es antes que nada el trabajo en el que Ozzy Osbourne vuelve con los casi originales Black Sabbath. Algo que como mera fecha específica ya tiene un peso importante. Además de lo conmemorativo, el disco recupera el espíritu de los primeros discos de la banda, no como un ejercicio “vintage” sino adaptando al presente sus cualidades. A pesar de que no puede competir de igual a igual con aquellos míticos trabajos, con la relevancia histórica que tienen, no impide que este regreso se materialice con un disco notable que reivindica a los británicos como mucho mñas que solo un gran recuerdo del pasado.
Escrito originalmente para: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article53567